INTELIGENCIA EMOCIONAL
Seguramente todos hayamos escuchando y nos hayamos preguntado ¿qué es la inteligencia emocional? En anteriores entradas hablamos sobre qué es y qué hábitos tienen las personas con una buena inteligencia. Si no lo leíste, puedes hacerlo ahora.
Hoy os preguntamos si os suena la siguiente expresión: “cuando me enfado no puedo controlarme y acabo diciendo cosas que no quiero”. Si quieres saber cómo gestionar esa pérdida de control emocional, sigue leyendo este post.
Diferencia entre emoción, sentimiento y estado de ánimo
Son diferentes porque tienen una duración diferente. La emoción dura desde segundos hasta una serie de minutos. Un sentimiento es un poco más duradero, puede durar unas cuantas horas o incluso un par de días.
Por último, si hablamos de estado de ánimo, la durabilidad es mucho mayor. Podemos hablar de este cuando se ha quedado ahí la emoción “medio enquistada” puesto que no la hemos gestionado bien y la arrastramos durante alguna semana o durante más tiempo si hablamos de una patología.
La zona del cerebro donde se estimula también las diferencia. El cerebro límbico es la parte que más se estimula cuando estamos sintiendo una emoción. El neocortex es la que se estimula cuando estamos sintiendo un sentimiento.
En definitiva:
- Los sentimientos son reacciones que eliges tener.
- La emoción siempre va primero, sin emoción no va a haber un sentimiento.
- Una emoción se siente, un sentimiento se piensa.
Así, una manera correcta de empezar es identificando nuestras emociones y para entendernos a nosotros mismos y poner fin a “cuando me enfado no puedo controlarme y acabo diciendo cosas que no quiero”, primero tenemos que entender el concepto acuñado por Daniel Goleman, en su libro “Inteligencia emocional”.
Secuestro emocional
Este concepto se trata de una hiperestimulación de la amígdala y para entender lo que provoca en nuestro cerebro vamos a poner el símil de una barrera.
Imaginemos una barrera entre el cerebro límbico (encargado de nuestras emociones) y el neocórtex (encargado de las habilidades cognitivas las cuales nos permiten razonar). Esta barrera impide su comunicación y con ello el pensar racionalmente y así actuar en función a nuestra emoción.
Este, entre otros efectos, puede provocar pérdidas de memoria, no recordar detalles al verse afectado el hipocampo puesto que como hemos dicho se impiden las comunicaciones. De ahí que cuando nos pregunten “¿y qué te dijo?” o “¿cómo iba vestido?” quizá digamos “no me acuerdo”.
Fruto de esa desconexión, hasta que no “pasa la tormenta” no somos capaces de analizarlo.
Esto puede ser sinónimo de:
Cuando la emoción está alta, la inteligencia está baja.
Así que, un primer TIP que os proponemos y ayuda a regularnos es:
Párate, respira, y cuenta hasta 10.
Seguramente lo hayas oído a lo largo de tu vida, y como casi todos los dichos tienen parte de verdad. Tardamos entre 4 y 8 segundos en desmontar esa “barrera” entre el cerebro límbico y el neocórtex.
Es decir, precisamente se trata de una estrategia muy inteligente porque, cuando empiezas a contar, activas el neocórtex y la lógica de tu cerebro. Por lo que, detente, respira, tómate un vaso de agua y analiza la situación.
Cómo gestionar mis emociones antes de este momento
El primer paso para gestionar es saber interpretar. Según el modelo de habilidad de Mayer y Salovey, la inteligencia emocional es un conjunto de 4 habilidades: identificar, utilizar, comprender y manejar adecuadamente las emociones.
Para saber identificar qué estás sintiendo, céntrate en prestarte atención y pregúntate:
- Cómo estoy de energía del 0 al 10.
- Del 0 a 10 cuán agradable es lo que estoy sintiendo ahora mismo (sin etiquetar).
- Dónde estoy sintiendo en mi organismo (por ejemplo, ¿estoy sintiendo frío o calor?, ¿cómo está mi respiración?, ¿estoy tenso o quizá mi postura corporal sea encorvada?).
Las seis emociones básicas
Ahora trata de expresarla ¿Cómo se llama lo que estás sintiendo? Puedes ayudarte con la siguiente imagen:

Paul Ekman realizó una investigación en que comprobó que existe una serie de expresiones que son universales e interculturales y nos ayudan a la hora de interpretar la inteligencia emocional (las seis emociones básicas representadas en el centro de la imagen).
- Ira. Sentimiento de enfado, irritabilidad o indignación cuando se es agraviado u ofendido.
- Alegría. Sensación agradable de satisfacción y bienestar.
- Sorpresa. Malestar o asombro ante algo inesperado.
- Asco. Condena o intenso desagrado hacia algo repulsivo o repugnante.
- Tristeza. Sensación de desdicha o infelicidad.
- Miedo. Aprehensión provocada por generalmente por sensación de amenaza, peligro, o dolor.
Fruto de la combinación de éstas existen multitud de emociones secundarias como podéis reconocer en la imagen anterior.
Inteligencia emocional: ¿Cómo utilizar mis emociones?
Cualquiera puede ponerse furioso…eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta… eso no es fácil. Aristóteles
Cuando nos vayamos a enfrentar a cualquier situación, debemos ser conscientes de qué estamos sintiendo y para qué nos sirve en lo que queremos hacer.
Primero darnos cuenta de cómo nos afectan nuestras emociones a nuestras habilidades cognitivas. Identificar cuáles son las habilidades cognitivas más importantes que tenemos que poner en juego y darnos cuenta de cómo alguna de las emociones que mayoritariamente sentimos nos afectan.
Por ejemplo si estamos en una reunión de trabajo y queremos presentar nuestro producto necesitaremos habilidades de venta y negociación. ¿Qué emoción me aportaría más beneficios para lograr mi objetivo: miedo u orgullo?
Pregúntate:
¿Es el momento de sentir esto?
¿Lo estoy sintiendo con la persona correcta?
¿Lo estoy sintiendo de la forma correcta?
¿Estoy expresándolo de forma correcta?
Ahora trata de comprenderlo.
NUESTRO PROPIO ESTADO EMOCIONAL ESTÁ CONDICIONANDO CÓMO PROCESAMOS LA REALIDAD.
La predisposición a reaccionar con miedo, depende de la cantidad de miedo que ya esté presente en nosotros para ser desencadenado por un estímulo. David R. Hawkins
En diferentes estudios con metodología de seguimiento ocular donde se mostraban diferentes imágenes positivas, negativas y neutrales se han observado claramente dos efectos: una vigilancia temprana ante estímulos amenazadores en sujetos con puntuaciones elevadas en ansiedad; y un sesgo atencional hacia estímulos negativos así como una difícil desconexión de estos en sujetos con puntuaciones elevadas en depresión.
Lo cual se convierte en un círculo vicioso: me siento triste y presto atención a estímulos tristes, por lo que difícilmente dejaré de estar triste.
Así que, una manera es mejorar nuestro AUTOCONTROL.
Para ello es necesario APRENDER A DETECTAR QUÉ COSAS / SITUACIONES TE GENERAN EMOCIONES MUY INTENSAS.
Puedes ayudarte completando una lista y terminar la frase:
“Me irrita…” o
“LO QUE ME HA MOLESTADO DE ESTA SITUACIÓN ES…”
tantas veces como puedas.
Entre el estímulo y la respuesta está nuestra capacidad de decidir.
Por ejemplo, si yo me enfado mucho y me preguntas por qué me he enfadado y yo te digo, me he enfadado porque mi amigo Pepe me ha enfadado.
Stephen Covey decía,
Si es verdaderamente ese estímulo el que ha provocado la respuesta, siempre provocaría la misma respuesta, pero esto no siempre ocurre.
En este punto, trabajar nuestra ASERTIVIDAD resulta clave.
Yo no soy mis emociones, yo me comporto de esta manera
Seguramente hayáis escuchado o pronunciado similares a las siguientes frases: “PEDRO ES UN TRISTE”, “ESTE NIÑO ES UN ENFADICA” “ESTA PERSONA SIEMPRE LO VE DE COLOR DE ROSA, ES MUY ALEGRE”.
Esto no es así, que yo sienta algo, no significa que soy, porque si soy tan solo eso, puede que no sea otra cosa. Que yo me sienta más cómodo llevando a cabo una conducta en un momento y lugar específico no significa que sea de esa manera.
Significa que en ese momento mi comportamiento ha sido ese, y seguramente no sea el mismo en todas las situaciones.
Si quieres aprender más con nosotros no te pierdas nuestro blog de Psicología o todo lo que subimos a nuestra cuenta de Instagram.
No somos responsables de las emociones pero sí de lo que hacemos con las emociones. Jorge Bucay